ÁNGEL MARÍA CALVO BARCO
Departamento de Etnografía de la Sdad. Aranzadi

FÉLIX ELEJALDE, JUAN ERENCHUN: “Alza y Astigarraga” (1974)

FÉLIX ELEJALDE, JUAN ERENCHUN
“Alza y Astigarraga” (1974)
Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, (1974), páginas 34-36.
La ermita de Ntra. Sra. de Uba

Situada sobre una pequeña loma hacia el barrio de Loyola, siempre ha permanecido, en lo eclesiástico, a la parroquia de Alza, con independencia de que administrativamente lo hiciera del término de Astigarraga.

Su grafía –topónimo gascón que, según Camino corresponde al de la casa solar sobre cuyo terreno estuvo enclavada-, a pesar de su brevedad, ha alterado de forma en varias ocasiones, encontrándose escrita Hua, Huba y Uba. También ha recibido varios nombres en relación a su categoría: basílica, santuario, ermita y capilla. Isasti la cataloga de capilla y asigna a Martín Gómez de Berastegui, como patrón.

Don Domingo de Lizaso en su «Nobilario», incluye la ermita entre los bienes raíces de la poderosa y antiquísima familia de Engómez y don Ramón de Inzagaray (5) añade que la imagen de la Virgen estuvo colocada en una hornacina abierta en las murallas de San Sebastián, junto a la casa de Engómez, trasladándose a la ermita con motivo de unas obras de reconstrucción realizadas en tiempo de Carlos V.

La imagen es conocida con el evocador nombre de Virgen del Dulce Sueño. Es de pequeñas proporciones, pero de muy bello factura. La tradición la considera como muy milagrosa. Hoy –desaparecida la ermita– se venera en la capilla del Reformatorio de Menores.

La antigua ermita perteneció al patronato de los marqueses de San Millán. El año 1832 se quejaba don Joaquin de Elósegui en una carta dirigida a don José Ángel de Ibarburu, de que no había podido encontrar ningún documento referente a la Basílica y a las reliquias existentes en ella. Indicándole que todo ello se encontraría en el archivo de los Marqueses de San Millán de Lasao.

La parroquia de Alza siempre ha querido que quedara bien claro que ella poseía jurisdicción sobre la ermita. En cierta ocasión quiso demostrarlo estableciendo un severo control sobre los toques de campana. Esta pretensión dio ocasión a que el sacristán de la ermita reclamara con energía el derecho “a los toques de campana que, desde tiempo inmemorial, han solido practicarse en dicha basílica”. Sobre todo, en lo que se refería al toque de agonía. El párroco de Alza se quejaba de que llegaba a enterarse por el tañido de la campana de la ermita cuándo un feligrés suyo se hallaba en trance de muerte.

El mismo Vicario se lamentaba también de que los vecinos de Sarrueta que «abraza centenares de almas de comunión», por acudir a la ermita no iban a la parroquia donde él explicaba la doctrina cristiana, resultando que mientras en su parroquia “se celebraban los oficios divinos, se hallaban los feligreses del citado en reuniones peligrosas y los otros devenidos en cazar.

El Vicario no transigía con las romerías –«prohibidas por convenio de los Fueros» según él–, que se celebraban en las inmediaciones de la ermita, dando lugar a “lances escandalosos”. Tal vez los viñedos, que se cultivaban en sus contornos y de los que se obtenía un finísimo chacolí; tuviera algo que ver en estos lances, aunque este Vicario nos parece un poco intransigente y quizá los lances no fueran tan escandalosos. En cierta ocasión provocó su exacerbación el hecho de que un sacerdote celebraba misa a las doce a un grupo de músicos de San Sebastián.

(5) - Historia eclesiástica de San Sebastián.