JOSÉ BARRADO BARQUILLA, O.P8. Séptimo éxodo: Nuestra Señora de Uba (1850-1885)
“Las Dominicas de San Sebastián el Antiguo (siglos XVI-XX)” (2001)
Colección Monumenta Histórica Iberoamericana de la Orden de Predicadores. Volumen XX , páginas 125-140, 149-150, 155, 194, 207-211, 223-226, 231, 233-235, 241, 243-250, 273-274, 287, 302, 311-312, 338, 341-343. Editorial San Esteban, Imprenta Calatrava, (Salamanca), (2001).
Durante los casi tres lustros que había durado el sexto éxodo, las monjas habían experimentado calamidades y sufrimientos, y se habían adaptado con alto espíritu de conformidad y resignación cristiana a las situaciones que les fueron presentando. Pero no se hacían a la idea de tener que extinguirse en su refugio franciscano de Azpeitia. De las quince religiosas que eran al comienzo del éxodo, siete habían muerto y ninguna nueva vocación había rejuvenecido a la comunidad. La última profesión se había celebrado el 23 de agosto de 1834, la víspera de abandonar las monjas definitivamente su querida casa del Antiguo, y no volvería a haber otra hasta el 3 de abril de 1852, fecha en que se profesó sor Valentina del Santísimo Rosario y Ugarriza, La situación preocupaba a las supervivientes ¿Esperarían a desaparecer todas y enterrar así definitivamente la historia del Antiguo? Pues ¡no! Además económicamente se habían repuesto un tanto, y ni cortas ni perezosas se lanzaron a la aventura. Pensaron ni más ni menos que en reconstruir el Antiguo –¡estas monjas!–pero el Ayuntamiento de San Sebastián “no nos permitió que diéramos mas altura que a una barraca”. Sin embargo, y a pesar de los pesares, iban a tener una nueva casa y además de su propiedad.
Por entonces, las agustinas de San Bartolomé andaban con los mismos planes que las dominicas, y lo que no quisieron aquéllas les vino muy bien a éstas. Se trataba de acomodar un convento a la sombra de la ermita de Nuestra Señora de Uba, relativamente cerca de la cuidad. Por el momento no había dinero para tanto , pero Dios proveería, y lo hizo de nuevo a través de un grupo de dominicos exclaustrados de San Telmo.
Resultó que había muerto el P. Juan Echarte, y dejó sus caudales, 40.000 reales, a sus hermanos de hábito Manuel Pozo, José Antonio Amenábar, José María Larroca y Lázaro Belanzategui. “Estos buenos Padres, sin que precediera de nuestra parte la menor indicación, nos cedieron espontáneamente (los 40.000 reales) con los cuales, y agregando algunas limosnas, se arregló un convento pequeño, que era la casa contigua a la ermita de la Virgen de Uba, propiedad del Sr. Marqués de S. Millán, el cual nos (la) cedió a condición de que la Comunidad (la) arreglase por su cuenta y proveyese de otra al inquilino” que la ocupaba.
¿De quién partiría la generosa limosna de los 40.000 reales? De seguro que fue idea del P. Larroca, vicario de las monjas desde hacía ya siete años y tan deseoso como ellas de volver a morar en solar dominicano. Él fue quien se puso al frente de las obras y el que en un tiempo récord acomodó la casa para convento.
...vinimos a este nuestro nuevo convento el 22 de julio de 1850. La comunidad la formaban entonces ocho monjas, dos de ellas ya muy ancianas... Acompañadas del providencial P. Larroca y del P. Manuel Pozo, también dominico, se dirigieron a Tolosa, donde fueron recibidas muy cariñosamente por varios sacerdotes y el juez Aguirre Miramón; pernoctaron en las agustinas de Astigarraga, y al día siguiente continuaron el camino hacia U, acompañadas de algunos bienhechores, como doña Elena Larreandia, en cuyo caserío de Esparchu habían almorzado.
...En 1872, otra vez la guerra entre carlistas y liberales puso en vilo a nuestras monjas... el punto de Uba era bastante comprometido, aún no había fuertes en San Marcos y Amezagaña, y estabamos en medio de los dos partidos de carlista y liberales...
...La inseguridad de Uba llegó a alarmar tanto a las monjas y al padre vicario que se decidieron a buscar una casa cercana a la ciudad, pero al no encontrarla , escribieron a las carmelitas de San Sebastián. ...Abandonaron Uba el 23 de septiembre de 1873 llevándose lo imprescindible.... Y entre el 18 de octubre de 1876 y 8 de julio de 1877se fueron a Lequeitio para vivir con las dominicas de dicha localidad.
10. Noveno éxodo: Otra vez en Uba (1877-1885)
La reanudación de la vida en Uba, estuvo acompañada de estrecheces al comienzo; el convento había quedado abandonado durante dos años...
Se vivía la bonanza dentro y fuera del convento, restauración alfonsina y paz canovista, y las monjas, con una economía mas saneada, invirtieron 10,000 reales y pico en un aljibe grande para el agua. Parecían decididas a quedarse definitivamente en Uba...
Pero Uba no iba a ser la morada definitiva de las monjas del Antiguo. En agosto de 1879 fallecía don José Luis Mercero, hermano de la madre Mercero, y su viuda doña Celestina Albizu visitó el monasterio de Uba. En la conversación con su cuñada y con la comunidad, doña Celestina prometió a las monjas ayudarles en la construcción de un nuevo convento mas cerca de San Sebastián “pues veía el trabajo y dificultades que había en Uba para el buen servicio de la comunidad...
La buena aunque lenta marcha del nuevo monasterio se mezclaba con alguna que otra dificultad. Otra vez se quedaron sin padre vicario. Don Javier Ursna se cansó de Uba y dejó a las monjas a su aire. Las atendía, siempre que podía, el coadjutor de Alza don José Astigarraga...
No hay que decir que el padre Larroca, Maestro de la Orden de Predicadores (Superior General) desde 1879, seguía muy bien informado y al tanto de la vida de Uba y de los proyectos del nuevo convento.
Las monjas habían celebrado por todo lo alto la elección de su antiguo vicario (el mejor de todos) al cargo supremo de la Orden Dominicana, y rebosaban de alegría al comprobar que en su primera visita canónica a España las incluía a ellas, Se presentó en Uba el 25 de septiembre de 1880 acompañado de su socio el P. Manuel Puebla. Fueron dos días inolvidables. Repique de campanas a la llegada y a la ida, Te Deum, misa cantada, confesiones, pláticas y coloquios dentro de una alegría incontenible. Y es que no era para menos. Uba suponía mucho para el padre Larroca...
...El Obispo de Vitoria don Mariano Miguel Gómez aprobó el proyecto y la Nunciatura dio licencia para vender la parte de Uba que correspondía a la comunidad e invertirlo en Ategorrieta.
Y entonces surgió otra dificultad. ¿De quién era Uba?. La verdad que ni se sabía. En mayo de 1885, la situación estaba más clara, y de ese tema habló el Consejo conventual reunido el día 14. En síntesis, las obras hechas en Uba a costa de las monjas fueron tasadas en 46,442 pesetas con 62 céntimos, y valoradas en ese momento en 30.000 pesetas. Y esa cantidad es la que recibieron.
...El cólera de 1885 estuvo a punto de hacerles una mala pasada a nuestras monjas. El 9 de julio de ese pandémico año, que no respetó ni al rey Alfonso XII, se presentó en Uba don Nicanor Moreno “amigo de los que se oponían a que saliésemos de Uba” La noticia que traía era que ante algún brote de cólera que ya se había presentado, la Junta de Beneficencia había puesto sus ojos en el nuevo monasterio aunque aún no estuviera concluido. El susto y la desazón duraron hasta el día siguiente, en que la Junta de Beneficencia cambió sus objetivos; ahora les parecía más apropiado Uba... Comenzaron a encajonar lo más necesario; El lunes, 13 de julio se llamó a los carreteros y se comenzó a enviar cosas, y el día 15 muy temprano salieron para el nuevo convento, al que llegaron a las cinco y media de la tarde...
El 29 de abril de ese año. 1886, se bendijo el cementerio y el 1º de mayo “se trasladaron los restos mortales de todas las Madres y Hermanas que estaban en el convento de Nuestra Señora de Uba, y el día tres las que estaban en el de Santa Teresa de esta Ciudad, siendo doce las sepultadas en el de Uba y dos en el de Santa Teresa.
Visitas de los Obispos de Vitoria
Ya en Uba, en 1863, las visitó el primer obispo de Vitoria, don Mariano Alguacil pero no parece que fue visita Pastoral sino de cortesía. Al Obispo y a sus acompañantes esta vez sólo se les ofreció chocolate en la sala del noviciado.
En 1881, todavía en Uba, fueron visitadas otra vez por su nuevo obispo diocesano, a la sazón don M. Miguel Gómez. Departieron largo rato con él, y las monjas le expusieron que había personas que no veían con buenos ojos abandonar Uba y establecerse en Ategorrieta...
Traspasado el siglo XIX, concretamente en noviembre de 1866, nos encontramos con la única visita canónica hecha a las religiosas durante su estancia en Nuestra Señora de Uba.
La visita la hizo, por delegación episcopal, el por otros motivos famoso don Vicente Manterola, canónigo magistral de Vitoria, en nombre del obispo vitoriense...
Los Vicarios: 1. El Padre José María Larroca
...El retrato físico espiritual del P. Larroca nos lo trasmite la fina y penetrante observación femenina de las dominicas de Uba. Merece la pena trasladarlo aquí.
El “vicaryio chiquiya” (el vicario chiquito) como le llamaban al P. Larroca los aldeanos de los contornos era de baja estatura, buen músico y de hermosa y aterciopelada voz, robusta. Participaba con las monjas en el rezo matutino, barría a menudo la iglesia y arreglaba algunos desperfectos. En Uba celebraba dos Misas los domingos y días festivos a horas convenientes para los aldeanos y las gentes de los caseríos, confesando entre una y otra. Tanto en Uba como en las parroquias a donde le llamaban predicaba con frecuencia.
...La Crónica no tiene reparo en llamarle padre de los pobres y de los enfermos, podíamos añadir, antes de anotar que los domingos por la mañana tenía “sala de medicina” en Uba. El dispensario y la visita médica consistía, al parecer, en la venida a Uba del médico de Alza (Altza), el pueblo en que Larroca había sido bautizado, para atender a los enfermos pobres que acudían al dispensario....
El día 9 de enero de 1860 abandonó Uba. No ha quedado escrito el efecto, sin duda agridulce, que debió suponerle al P. Larroca aquella separación de sus monjas (hijas y hermanas suyas a la vez) y el adiós a Uba, as sus contornos, a sus gentes, incluidos los locos.
Alabar, bendecir y predicar
...Así pues, la primera fiesta de Santo Domingo que vemos anotada en la Crónica es la del año 1885, el día 4 de agosto, fecha en que se inauguró solemnemente el nuevo convento y se bendijo la iglesia.
Ese día el templo se adornó con lo mejor que había; imágenes de santa Catalina de Siena, de santa María Magdalena y una pequeña de Nuestro Padre Santo Domingo, que había comprado la comunidad por 400 reales, cuando se instaló en Uba. Teníamos también otras varias imágenes pequeñas: la del Niño Jesús dormido, otro Niño Jesús, de santo Tomás de Aquino, de santa Teresa de Jesús, de san Sebastián. Estas imágenes no se sabe quién las trajo. La imagen milagrosa (la de la Virgencita del coro) si se sabe que la trjo una de las fundadoras.